Existe un universo en el que bailamos melodías aún no existen, mientras dioses de otras galaxias observan con incredulidad reflejos de días que aún no han transcurrido. En este universo, el tiempo se vuelve un círculo mientras acaricio el cabello de una musa que aún desconozco, pero que irradia un aroma familiar que dilata mis pupilas. Las letras que fluyen de mi pluma son todas para ti, abrazando tu sombra mientras lanzo mil botellas estelares que el cosmos hará rebotar hasta llegar a tus pies, brincando por el espacio hasta encontrarte.
Incontables señales inundarán tu cotidianidad, pequeños bocetos de aquello que ha viajado por el infinito hasta donde te encuentras: poemas de Neruda, canciones de Silvio, las flores de O'Keefe, encuentros trazados en las estrellas. Y aunque el vacío infinito nos separe, confiaré con fe inquebrantable en que finalmente te hallaré. Bella, sonriente, imperturbable.
Al final, después de atravesar galaxias y estrellas, sé que te encontraré, mariposa en arrullo. Entre todas las palabras que parecieron intrascendentes, en todas las miradas, y en ese silencio cósmico en el que se suspendieron los verbos que deseé pronunciar, estoy tatuado en ti, en los pasos que aún no has dado, en los verbos que aún no hemos dicho, mientras acaricio el cabello que aún no conozco, de una musa que lleva siglos buscándome en el vacío estelar.