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  • Gerardo Javier Garza Cabello

Eterno Resplandor



Si pudiera manipular la continuidad del tiempo me daría a la tarea de encontrar una rendija para ver a aquella vez que bailamos casi abrazados, poder tocar de nuevo la tela de ese vestido morado con los dedos, verte a los ojos un poco más y memorizar como se mezclaba el olor de tu piel con tu perfume, los caireles de tu cabello, los compases de la melodía, tus ojos viendo los míos, luego me detendría un segundo para ver el espacio de mi alma donde se iba creando lo que hoy vive en mi recuerdo, podría entonces hacer que todo a nuestro alrededor desapareciese y se muriera poco a poco el ruido de fondo que me hiciera voltear a donde no estabas tú.

Perseguiría en los cajones imaginarios en los que guardo la historia, ese esquicio empolvado en el que se hayan las risas cómplices que compartimos ese día, recordaría tu sonrisa intoxicante y la pausa que con tu dedo indice hacías en mi boca para que dejara de hablar y simplemente bailara contigo, recordaría lo frío que se sentía tu tacto pero la calidez que trasmitía, lloraría un poco para hacerle justicia a la nostalgia y pensaría en lo lindo que sería poderle decir a aquella mujer de mi recuerdo que cumpliría mi promesa de adorarla toda la vida aunque toda la vida nos fuera a durar muy poco, le entregaría la certeza de saber que no cambiaría nada porqué lo entregamos todo, besaría con la certidumbre del final para sacarle más sabor a esos labios, tocaría más su rostro, olería más su perfume.

Debatiría conmigo el porque tenía que extinguirse esta magia y no encontrando motivos terminaría sintiéndome frágil y viejo. Al final coincidiría que la magia no se fue y reconocería que sólo nos hemos ido nosotros, hacerlo sufriría varios tormentos pensando que he pagado tan caro la penitencia de otras páginas en mi libro. Cerrando los ojos imaginaría tu dedo de nuevo silenciando mis labios ansiosos y sería entonces ese frugal tacto suficiente para regresarme al presente, con las arrugas del desvelo que acompaña mi solitud, pensaría si ha valido la pena y entendería que no han cambiado las respuestas: únicamente las preguntas, descubriría que existen matices que no le conocía a la soledad, comenzaría entonces a perdonarme.


Volvería un poco más a ese vestido y esos caireles, entendería en mi ignorancia que al menos me quedaron algunos recuerdos vivaces, lugares donde aun están aromas y sensaciones que acompañaron nuestra historia, los recorrería sin miedo porque ya no puede haber más angustia que la que he vivido, sería entonces que le encontraría el sentido a recordar. Todo esto mientras constantemente te veo desde lejos, en las menudencias que sobreviven a nuestro diálogo, las tareas de los niños, la ropa de verano, anécdotas e historias de los hijos que sobrevivieron a nuestras tormentas y cada vez me pesarían menos las cosas que extraño irremediablemente, como la forma en que bailabas al comer y las canciones que tarareabas mientras hacías la cama y aprendería a tomar lo que es mío y dejar para ti lo que será de alguien más.


Si pudiera manipular el espacio cerraría por completo las puertas y ventanas de nuestro hogar, dejaría en una burbuja los castillos de Bavaria y perseguiría como un viejo que comienza a olvidar los lugares que quiero que estén conmigo en mis últimos días, regresaría cada cierto tiempo a la vez que quemamos el arroz en la cocina y el día que instalamos la alberca del patio, nuestra primera mascota y el sillón blanco que tanto te gustaba, seguiría atento con mi vida y dejaría de lamentarme por los días que no serán, pondría más atención a no olvidarme de la mujer que fuiste para mí, sería un poco menos hostil conmigo y aprendería a entender que la vida sigue ahí y que alguien más pondrá su dedo índice en mis labios, que alguien más te robará un primer beso y que no está mal detenerme a recordarte y será entonces que acabaría de comprender que nuestra historia no es una excusa sino un motivo para luchar por nuevas risas y formar otras historias que merezcan ser encapsuladas en las burbujas de mi memoria.

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