Algún día explotará la última estrella de este universo... solo quedará obscuridad; tal vez algunas brasas estelares se difuminarán poco a poco en el vacío hasta que los últimos neutrones sean absorbidos por la más densa materia colisionando con otra masa similar, se drenará el último agujero negro de aquel lugar en el que yació el manto estelar. Con esa última estrella se irán también todas las fugaces memorias de la historia de este, y de todos los universos; los que logramos conocer, los que logremos explorar, los que ni siquiera nuestra imaginación podrá dimensionar, y en todos ellos estará el eco de las cosas que alguna vez lograron ser vividas.
Estará la ilusión de los primeros en comprender la belleza de la perpetuidad, observando esas las luces que nacían y morían en algún lugar sobre sus hombros, los que pasaron de observar a las estrellas para encontrar su rumbo, hasta aquellos que lograron entender que la luz que ellas emanan pertenece a un tiempo distante y que no supo ese reflejo correr más rápido que el mismo tiempo, lo pequeños que somos en realidad, lo bello y lo triste, los que entendieron que de eso se trata.
Los misterios escondidos, los secretos y la alquimia, lo fundamental y lo intrascendente, todo ahí al mismo tiempo, feneciendo y dispersándose, esperando al borde del espacio a ser vistos, escuchados, percibidos… los años tristes que todos vivimos, los que quisiéramos que dejaran de existir, también aquello que se aferró a la memoria, el aroma, el ruido y la furia de gritos, lágrimas y sonrisas, lo que se filtró bajo la superficie de las cosas olvidadas. Todo se irá, todos los átomos dejaran de ser, todo dejara de estar.