Te busqué más allá de las nubes en el vacío estelar, incluso creí haberte encontrado, me alojé en un paréntesis familiar donde guardo recuerdos que se van esfumando, flores de una vida que tú ya dejaste, tu humor y tus gestos, la invariable realidad: estas en mil cosas que comienzo a olvidar.
Sin embargo, siento como vibras respiras y existes; en poemas y canciones, en lacónicos instantes repletos de todo que como arena entre los dedos: imposibles de guardar.
Recuerdo las ultimas ventanas, las maletas con memorias, mudanzas mal hechas y a prisa, moretones en el alma que ya no duelen, pero no he aprendido a olvidar.
Siguen sorprendiéndome las lágrimas dentro del tráfico, a veces solo, a veces con alguien más, pero nunca las puedo arrestar, son como espíritus encerrados en cajones que no dejan de abrirse, despacio se mueven y sorprenden, me llevan entre decenas de matices de nostalgia en un segundo que se extiende como las olas del océano, que se mueven con magnitudes y fuerzas de universos que son tan enigmáticos como tu propia existencia falaz.
Y me atrapa el interés de comprender qué polvos se atraparon en tus estrellas, si es verdad aquella mítica historia que todos escuchamos alguna vez, en la que los que nos dejan en este mundo se mudan para que los podamos admirar en la eternidad del universo en ese brillo etéreo que regresa con cada luna, o si es acaso nuestro propio universo el que atrapa en sonrisas y carcajadas y disgustos y tragedias esos vórtices de estelas que sobrevivieron a la muerte, y encuentro despiadada esa mitología en la que habitas en todos los astros, porque es implacable el deseo que cree que podría alcanzarte…pero resumo: tú ya no estás ahí.