
Mientras más me alejaba de todo más cerca me sentía de mí, las cosas que extrañaba las sustituía por un sinfín de ilusiones que no existirían jamás, pero que llenarían el vacío de un corazón que se fue quedando con espacios disponibles, me detendría un momento a pensar el porqué ahora la realidad me parece gris cuando solía llenarla de más de cien existencias con tu nombre y me atormentaba la idea de que no existe una realidad con la que me sienta pleno, me convencería entonces de seguir adelante y esperar el ocaso perfecto sólo para sentirme fútil y perdido en pensamientos que viajan siempre, siempre más rápido que yo.
Desearía entonces poder poseer la virtud de la certeza, viajar un poco hacia adelante en la película para ver si en esta historia por fin encontraré a mi lado al amor de mi vida y al hacerlo encontraría que la pieza rota en la maquinaria de mi felicidad: soy yo.
Me pondría a repasar mis historias para descubrir donde nace ese páramo que me separa de las mujeres que llegué a amar, sólo para percatarme que yo me rompo en calma, sonriendo y danzando, que cuándo aparentemente estoy en el pico de mi felicidad, me derrumbo por completo en el más absoluto de los silencios y mientras lo hago soy capaz de decir te amo con absoluta franqueza.
Enterarme al recordar que mientras estoy en un lugar me encuentro explorando otra historia en mi mente, porqué la vida me ha enseñado que el amor eterno nunca es para siempre y que si me empeño en forzar mi felicidad más dura sera la inevitable tristeza, que ya no sé disfrutar las cosas simples sin analizar el porqué están sucediendo y estoy empeñado a encontrarle colores a las luces y las sombras para justificar quien le puso punto final a mis historias, que mi balance es encontrar un poco de alegría en la tristeza y viceversa, para luego saber a quien culpar cuándo me pregunte a mi mismo si es mi destino ser miserable y llegar a la desapacible conclusión que no debo cometer el mismo error de siempre: amar por completo, porque ya no sé cuantas veces más pueda quebrarme.
Encontrar al final, que es más fácil aparentar a dejarlo todo, convertirme en el mejor actor de tu novela, sonreír y danzar con el alma completamente en pedazos, ir descubriendo poco a poco que tienes tanto tiempo pretendiendo ser feliz que ya no sabes como es serlo, entregar miradas ensayadas y decir las cosas que sabes que te harán menos daño, sobrellevar la realidad con mil fantasías y esperar así, otro punto final, uno más que quizá nisiquiera sea al final.
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