
Debí tener más paciencia, o quizás mayor sabiduría, para comprender que no podía tenerte sin los demonios que te acompañan; que no permitiría que me tuvieras sin la locura que oculta mi alma. Quizás así habría aprendido a valorar la asombrosa danza que nuestros miedos bailarían, esa misma danza que nos permitiría amarnos en paz. Pero no la tuve, y ahora te persigo entre farolas intermitentes que parpadean en la noche, en desolados puentes teñidos de neblina. Pronunciaré tu nombre y una decena de nombres más, en caso de que hubieras optado por vivir otras vidas mientras intento engañar al pensamiento, buscando robarle un último suspiro a nuestra breve (tan breve) historia.
Quizás así la energía de nuestros cuerpos podría filtrarse hacia otra realidad, un destello temporal donde la conversación del menú se prolongará más allá de la cena, sin esos incómodos silencios y en completa armonía; risas que se vuelven suspiros y el café a la medianoche, cuando el frío comienza a morder y te cobijas con mi abrigo. Un pretexto ingenuo que te hiciera olvidar el lunes ingrato que siempre te arrebata de mí, porque anhelo habitar un mundo en el que no seamos "yo" y "tu ausencia" aguardando en esta esquina rota, donde tal vez pudieras escuchar como un susurro que te toma por sorpresa, las palabras que por cobarde no supe decir.
Tal vez pueda construir así, un escenario donde el aroma de tu cabello no terminara prisionero en la cárcel de mis recuerdos, posiblemente habitar contigo en una maldita y precisa realidad en la cual me atreviera a besar tus labios bajo las estrellas, porque estoy exhausto de ser un libro prestado, de ser el narrador de un cuento en el que jamás soy el protagonista, ya me cansé de ser tercera persona en conversaciones ajenas, en supuestos infinitos. Hoy, desearía ser el sueño que tuviste, el número telefónico al que marcaste cuando la soledad amarga te secuestró por un instante, aspirar a ser la fragancia en tu almohada y el café de la mañana. Pero ¿cómo vivir toda esta vida si está prisionera en la cárcel de mi alma, junto a tu aroma y esa adrenalina que exhalaba dolor?
La realidad es que estoy cansado de ser la suma de nuestras ausencias, de intentar vivir en los confines de un recuerdo que fallece y que muy pronto será olvidado; y el anhelo me embarga al punto de escribir versos con nuestras voces, tal vez así no tengas más remedio que mirarme, tal vez te suceda que la curiosidad te invite a seguir con tus pasos las letras que he escrito, y termines merodeando el halo de mi sonrisa, y no tengas más remedio que danzar de nuevo, al compás de tus demonios y mi locura, en una línea temporal donde me atreví a ser el protagonista del cuento que tantas veces ha sido escrito. Dejar de ser la sombra, en los márgenes de otros diálogos.
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