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Gerardo Javier Garza Cabello

1 de Febrero



¿De qué me sirve ahora decir que fuiste tú el amor de mi vida?

Que no podré volver a ver las estrellas sin recordar aquel aniversario que pasamos observándolas, que jamás pensé que dejar ir fuera tan doloroso, que no volveré a ser el mismo y no volveré a amar de esta manera. Decirlo en voz alta es desalentador, no quiero imaginar cómo será para ti leerlo, aun así, necesito que sepas que pasé a tu lado los mejores momentos de mi vida y aunque ahora nos toca ver cómo el mundo se cae a pedazos, volvería a vivir este dolor una y otra vez con tal de recordar el resto de mi vida lo hermoso que fue amarte como lo hice.


Reconozco que te amé tanto que no distinguí realidad de fantasía y me es imposible conciliar conmigo después de esa afirmación, porque en ella misma y con toda su extensión, me observo insensato, iracundo y desgraciado al descubrir que las pequeñas cosas que le hicieron ruido a mi alma no eran ni una migaja del impresionante sentimiento que hicimos estallar. Será una tortuosa experiencia recordar tu mirada, no porque tus ojos tengan algo distinto al centenar de ojos que me han visto, sino porque nadie jamás me ha mirado como tú lo has hecho, desnudaste con ella mi alma sin decir una sola palabra, dijiste todos los verbos con mi nombre y al hacerlo me regalaste el gozo más profundo que he sentido… pero no fue suficiente.


Me llenó de esperanza danzar contigo en la levedad del tiempo al compás de sinfonías que nadie más escuchara. Contar las pestañas de tus ojos, memorizar el sabor dulce y salado de la comisura de tus labios, observarte al despertar, improvisar el desayuno y compartir miradas de complicidad que me llenaron de confusión, tus pies desnudos e inquietos escondiéndose del frío, tus silencios y tus muecas, la luz golpeando tu rostro, las constelaciones en tus pupilas: cosas mas que no olvidaré jamás. No creo que exista nada que pueda decir o hacer que resuma la eterna gratitud que me colma al recordar todo lo que me entregaste, la dulzura de esa atmósfera que nos rodeó y envolvió, el delirio frugal pero denso en el que coexistimos, la calidez de tus manos confortando mis miedos, tus abrazos tan exactos, nunca nada se ha sentido tan real y es en la inmensidad del tiempo dónde seguiremos danzando aquella sinfonía, viviendo en un recuerdo que sé que jamás olvidaras, que te juro que jamás olvidaré.

Hasta siempre, Y.

Quizás algun dia seremos polvo de estrellas.

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