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Gerardo Javier Garza Cabello

DIEGUITOS Y MAFALDAS



No supe que hacer con todo lo que sentí al conocerte, imaginé parvadas de pájaros que se movían con la cadencia de un compás desconocido, sublevándose hacia mí en contra de su naturaleza, pensé en la increíble subjetividad del tiempo y en como fue que tuvieron que pasar infinidad de cosas para encontrarte, me detuve un instante a sentir esos pasajes con los que formé expectativas de cosas tan simples y eternas, soñé que éramos Leonora Carrington y Marx Ernst, Fitzgerald y Zelda, Dieguito y Mafalda...creció como un río salado esa idea de que tus ojos fueran los que despertarán junto a los míos, que tus manos tocarían mis mejillas adornando mi sonrisa: acto recurrente. En fin, explotó tal expectativa.


Quise regalarte un par de sueños donde hago existir esa habitación con fotografías de tu mirada y mis pasos grabados yendo a donde tu estuvieras tarareando la canción que escribí con tu nombre, tal vez crear algún futuro donde observásemos las estrellas en medio de la nada y tu de fondo regalando porciones de cosas muy guardadas, lagrimas y sonrisas, incluso ellas, las que no eran para mi, momentos pequeños y gigantescos que provoquen la insurrección de mi fe, porqué creo que merezco al menos llenarme de emoción al sentir que existe un escenario en el que si fuimos felices.


Las piezas de tu alma mostrando poco a poco sus matices, la forma en la que haces muecas, esperar que me ames con la franqueza de un atardecer, encontrar en tus ventanas nuevas formas de respirar y sacarle el polvo al elefante blanco que algún día fue mi corazón, a carcajadas colorear los mapas grises en los que navegué a ningún lado y fantasear con tu abrazo alimentando una flama que en algún momento se extinguió y ser violines en el Danubio y bocanadas de aire descarado que golpee sitios donde antes dolía el corazón que me cures y curarte, hacer que olvides días grises con lluvia de nuevos otoños, entregarte en un papel la dirección en la que un día seamos dos.


Todo esto mientras me río de lo que el destino había sido hasta este día, dejar de apretar los dientes al recordar que me ha olvidado, dejar ir el pasado, pensar en ti y en mi al ver las nubes de sal del paisaje y prometer que un día tus ojos color café contemplen conmigo las luces del norte, que no haya tiempo, ni espacio y podamos suspender a la eternidad en cien segundos en tus labios...No supe hacer con todo lo que sentí al conocerte, y contemplando tu sonrisa me detengo a agradecer, las mil cosas que tuvieron que pasar para encontrarte.

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